domingo, 8 de julio de 2007

Princesas II

…Los caballos se acercaron a ellas, pero al verlos más de cerca, se dieron cuenta de que no eran caballos, sino yeguas. Los tres amigos se quedaron petrificados en el sitio, con el bosque y el escándalo de las aves a sus espaldas, frente a ellos las dos yeguas, que se habían ido acercando poco a poco.

La yegua blanca tenía las crines largas, tanto, que casi rozaban el suelo, y entre los finísimos cabellos se podían adivinar las siluetas de unas flores malvas diminutas que hacían que pareciese como si soplase una suave brisa continuamente entre ellos. La silueta esbelta y delicada denotaba que era la más joven de las dos y en sus ojos Clara pudo ver la curiosidad y la impaciencia, que no pudo más que hacerla sonreír.

La yegua negra, por su parte, era más alta. Las crines, onduladas y un poco más cortas, las llevaba en trenzas finísimas y en mechones sueltos alternativamente, y aunque a pesar de todo era la mayor y por lo tanto parecía ser más seria, comedida y madura, sus movimientos nerviosos de cabeza y sus suaves risas hicieron que esta teoría “edad à seriedad” quedase completamente obsoleta, negada, atrasada, vieja, ridícula, falsada, y todos aquellos adjetivos que signifiquen que algo no es cierto.

Dragón y princesas observaron cómo las dos yeguas, que dijeron llamarse Hyade, la negra, y Arien la yegua de color blanco, se acercaron a ellas con paso firme y pausado. Una vez a pocos metros de las ya reiteradamente asombradas princesas (es importante recalcar este hecho), comenzaron a hablarles de un reino, que no era del que ellas habían huido, se apresuraron a aclarar en cuanto vieron que comenzaban a correr; en este reino había un gran gran gran laberinto: “El laberinto más grande que jamás hayáis tenido la oportunidad y suerte de ver”, repetía Hyade, y en el que había un montón de cosas maravillosas, que ellas nunca habían visto, pero que deseaban ver. Les preguntaron que si deseaban visitarlo, y los tres asintieron fervientemente con la cabeza, porque a pesar de que princesas y dragón sabían de aquel misterioso reino lo mismo que ustedes, la emoción con la que las dos yeguas les habían hablado de él les había cautivado. Así, Arien y Hayden dijeron a Teresa y a Clara que montasen sobre ellas, mucho cuidado con las crines por favor, y se encaminaron decididas hacia la playa, y entraron en el agua, cada vez más y más adentro. Teresa, que seguramente hablaba en nombre de Clara también, preguntó a Arien que por qué no caminaban por la playa, y esta le respondió con un “cojan aire”, y ambas se zambulleron bajo el mar.

El panorama submarino era algo mucho más extraordinario, maravilloso y fantástico de lo que ningún adjetivo, qué decir, de lo que ni siquiera todos los adjetivos del mundo de todos los idiomas existentes y por inventar serían capaces de describir o calificar nunca. Un espectáculo de colores, vida, peces, delfines, tiburones, algas, arrecifes de coral, burbujas de mil y una forma se mostró ante ellas. Clara observaba el espectáculo completamente obnubilada y encantada, cuando sintió que algo tiraba de su vestido hacia abajo, y cuando miró, fastidiada, se dio cuenta de que las flores de Hayden no eran flores, sino pequeñas hadas diminutas que se habían escondido entre las crines de la yegua que, para su asombro, ahora no era yegua sino caballito de mar. Clara abrió la boca de asombro, y fue entonces cuando, de nuevo, se dio cuenta de que, por alguna extraña razón, no necesitaba el aire para respirar…

1 comentario:

Smilegirl dijo...

Nadie podrá con nosotras!!! =D

Mil bexitos!^^