viernes, 6 de julio de 2007

Princesas I


Unas trompetas desafinadas estaban tocando cuando ellas se vieron a lo lejos. En cuestión de segundos se encontraban de frente, ambas con una sonrisa de oreja a oreja.
No hizo falta hablar, lo sabían todo y ahora bailaban juntas al compás de la música.

Una de ellas se llamaba Clara, pelos rubios que brillaban a la luz de la hoguera, y la otra Teresa, una morena desarreglada que siempre esperaba a que lloviera. Clara tenía un vestido azul-verde-mar precioso y Teresa uno violeta. A simple vista eran muy diferentes, pero dentro de cada cabeza una misma sintonía resonaba en sus orejas y se escapaba por sus muelas.

Por cuestiones del destino, ambas eran las sucesoras de la reina.
Resulta que hace mucho tiempo, la reina vigente mandó a elegir dos guapas doncellas para que fueran princesas. Muchos fueron los días de espera de las jóvenes plebeyas que querían convertirse en reinas, pero por azar o por suerte, Clara y Teresa fueron las elegidas. Y ahora se encontraban allí, en la cena de gala que decidiría cual de las dos serían definitivamente la sucesora.

Clara creía que todo aquello era una excusa para bailar toda la noche y Teresa pensaba que al final una criada le daría un cachito de tarta de chocolate. Ambas estaban muy equivocadas.

El palacio era un gran castillo amarillo con un río y un dragón del mismo color. El dragón se llamaba Ruperto y el castillo Maxifloró. Todo estaba decorado para la ocasión. A Ruperto Clara le había comprado un vestido verde con flores de charol y Teresa se había dedicado a hacer pompitas de jabón.

Cuando la música paró,Clara y Teresa se sentaron a cantar. En medio de una de sus canciones favoritas Teresa gritó

- ¿Qué te pasa?
- Es que me asusté
- ¿Por qué?
- Porque pensé que pronto las dos seríamos reinas
- Pero eso no es malo
- Las reinas no pueden jugar…
- Siiiiiii, Claro que pueden jugar y saltar y reír y bailar…
- Ah! Vale (la miró y sonrió)

Siguieron cantando unos minutos más, pero luego Clara gritó.

- ¿Qué pasó?
- Que yo también me acordé de algo
- ¿De qué?
- De que no conozco ningún país en el que haya dos reinas
- Yo tampoco…
- Pero este es diferente ¿Verdad?
- Claro que sí (volvieron a sonreír las dos)









Las luces se apagaron, Clara y Teresa se dieron la mano y atemorizadas escucharon las palabras de la reina.

- Por orden de la corte, estas niñas serán separadas y una de ellas, únicamente una de ellas, será reina de esta aldea.

Un gesto de asombro mezclado con unas gotas de temor inundó las caras de las niñas que sin pensárselo dos veces corrieron despavoridas hacia el gran laberinto de árboles que se extendía ante ellas. Horas enteras pasó todo el pueblo buscándolas. Pero todo fue en vano.

Clara y Teresa huyeron hacia una pequeña isla. Con ellas también se fue Ruperto y los tres juntos pasaron horas y horas, días y días, noches y noches, haciendo lo que más les gustaba hacer… cantar… Uno de esos días la aventurera Clara encontró un cofre viejo y desteñido, al abrirlo cuál fue su sorpresa que estaba repleto de monedas relucientes, pero no eran monedas normales y corrientes, eran monedas DE CHOCOLATE!!!!
Cuando sólo quedaba una de ellas en el fondo, Teresa pudo divisar algo escrito en la caja. Ponía:
“El que ha osado a comer tal festín, ahora tendrá que tener un regalín”

Al Teresa pronunciar tal palabras una nube mágica de algodón rodeó la isla. Y en medio de la playa apareció una pareja de caballos, uno blanco y otro negro. Y justo en ese momento…



(¿Qué pasó?)

1 comentario:

Libelle dijo...

Wahahahahahahahaha!!!!! Dominaremos el mundo!! =P =P

Besitos flor!! ^^